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jueves, 4 de octubre de 2012

Don Agustín de Agualongo. (San Juan de Pasto; 25 de agosto de 1780 - f. Popayán; 13 de julio de 1824)

                                            DON AGUSTÍN AGUALONGO CISNEROS
                                            (EL MESTIZO QUE MURIÓ POR ESPAÑA)

Militar del Ejercito Real español de origen mestizo Pastuzo que luchó durante la guerra de independencia de el Virreinato de la Nueva Granada (Actual Colombia).

Hijo de Manuel Agualongo y Gregoria Cisneros Almeyda, nació el 25 de agosto de 1780 en Pasto y a los tres días, fiesta de San Agustín, fue bautizado por el padre Miguel Rivera en la pila de la Iglesia de San Juan Bautista.

Para sus paisanos y para los Españoles de la época que lucharon junto a él fue el
 "ídolo de un pueblo aguerrido y exaltado, es hoy símbolo de esperanza de un pueblo defraudado".

 Durante trece años hizo una tenaz y aguerrida oposición armada a los ejércitos republicanos del  independentista Simón Bolívar en los territorios del sur del Virreinato de la Nueva Granada, batiendose sus fuerzas a las del propio Bolivar, en la Batalla de Ibarra .

Pero volvamos a hablar un poco más de su vida.

Se sabe poco de su vida antes de su incorporación al ejército realista pero consta que el joven Agustin sabia leer y escribir, y que aprendió el arte de la pintura al óleo, en la escuela de artes y oficios ;con el cual se empezó a ganar la vida en un taller de Pasto (Una pintura atribuida al patriota se conserva en el convento de las monjas Conceptas).Contrajo matrimonio con doña Jesús Guerrero, el 28 de enero de 1801, divorciandose legalmente años más tarde. De ese matrimonio nació su única hija, María Jacinta Agualongo.

 Con casi ya treinta años Agualongo, El 10 de Agosto de 1809 estalla la insurrección quiteña,que rápidamente se extiende a otros territorios del Virreinato, y con casi treinta años Agualongo  el 7 de marzo de 1811, se presenta voluntariamente para formar parte del contingente reclutado por el Cabildo de su ciudad empezando su carrera militar desde el grado más bajo ,se alista como soldado voluntario y raso  “para servir al rey Fernando VII, Nuestro Señor y a la Patria”.

Nada va a detener a este indígena leal, ni a romper su juramento, con el fin de defender a Pasto y al gobierno de su Rey Fernando VII, amenazado por la Junta de Gobierno de Quito.

Desde entonces formó parte de todos los ejércitos realistas que desde el sur del Virreinato de la Nueva Granada defendieron la monarquía .
Siendo el único militar mestizo en América latina que ocupó el gran rango militar de Brigadier General de los Reales ejércitos de su majestad el Rey Fernando VII .

Sus rasgos físicos quedaron reseñados en su ficha militar de la Tercera Compañía de Milicias del Rey:
(...)Agualongo era de baja estatura, pues sólo media un metro con cuarenta centímetros; tenía pelo y cejas negras, ojos pardos, nariz regular, poca barba y una mancha como carate debajo de los ojos; era cari abultado, tenía color prieto y bastante abultado el labio superior. Esas características y sus apellidos de origen español, lo clasificaban como mestizo.[4]
Su primera actuación como soldado fue el 16 de octubre de 1809, en la victoria realista en la Tarabita de Funes, sobre el río Guáitara, considerada por algunos como una de las primeras acciones de guerra, en la independencia de América Latina.
En mayo de 1812 combatió en Buesaco al lado de los realistas pastusos y los mercenarios patianos que recuperaron la ciudad de Pasto de manos de los republicanos, hechos que terminaron con el fusilamiento del independentista caleño Joaquín de Caizedo y Cuero y del mercenario norteamericano Alejandro Macaulay. Por sus sevicios prestados, Agualongo fue ascendido a Cabo. En mayo de 1814, ya era Sargento Primero y participó en las milicias realistas que derrotaron al General Nariño y a sus tropas, en el alto del Calvario, cuando Pasto, estaba a punto de caer en manos independentistas.
En agosto de 1815, llegó a Quito, llevando presos a los sacerdotes José Casimiro de la Barrera y Fernando Zambrano, acusados de predicar en favor de Nariño y la independencia. En 1816, ingresó como Subteniente del Batallón Pasto y marchó en la tropa de Sámano, a la reconquista de Popayán. El Batallón Pasto, aniquiló al enemigo en la batalla de la Cuchilla del Tambo, el 29 de junio, acabando con la última resistencia armada de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.
Posteriormente acompañó a Sámano a Santafé, como su guardia de confianza y con el grado de Teniente. Al volver a Popayán, lo hizo en la segunda Compañía de Milicias de Pasto. Luego del 7 de agosto de 1819, los derrotados jefes españoles se dirigieron a Pasto, "el refugio de la monarquía en los grandes reveses". El Teniente volvió a su tierra y reagrupó a los efectivos del ejército realista. Cuando Melchor Aymerich pidió desde Quito al Gobernador y Comandante General en Pasto, Don Basilio García, ayuda para sofocar a los insurrectos guayaquileños del 9 de octubre de 1820, Agualongo tuvo que marchar a la Real Audiencia de Quito, como oficial del Batallón Dragones de Granada.
Después de la victoria en la Batalla de Huachi pasó a ser Capitán. A fines del mismo año fue nombrado Jefe Civil y Militar de la ciudad de Cuenca, por cerca de un año. En 1822, no tomó parte en la Batalla de Pichincha por encontrarse en el campamento de Iñaquito con el Batallón Constitución. Después del combate el Coronel Calzada unió su batallón al Tiradores de Cádiz y a los restos del Cataluña y a marchas forzadas retornó a Pasto, con el grado de Teniente Coronel.
Esta ciudad resistía el asedio de las fuerzas de Bolívar, pero a mediados del mismo año fue tomada por las tropas republicanas al mando del propio Bolivar, acontecimiento que dio lugar a dos violentas rebeliones populares. En ambas tuvo una participación muy destacada Agualongo, quien a raíz de ello fue ascendido a Coronel del Ejército Real.
La primera rebelión antirrepublicana se inició en septiembre de 1822, dirigida por el coronel español Benito Boves. Su resultado fue desastroso para los pastusos, pues fue reprimida a sangre y fuego por las tropas del propio general Antonio José de Sucre en diciembre del mismo año; actos que sólo serían reparados el 4 de junio de 1830 cuando Sucre fue asesinado en una emboscada en Berruecos. De todas maneras, la forma inclemente en que fue tratada la ciudad y sus pobladores solo condujo a una paz efímera, pues a mediados de 1823 se inició otro levantamiento, esta vez comandado por Agualongo y Estanislao Merchancano, quienes, derrotaron al general Juan José Flores se tomaron la ciudad y restablecieron el gobierno realista. Y como si fuera poco, juntaron un ejército que inició una inesperada marcha triunfal sobre Ibarra, donde esperaban encontrar un importante respaldo político y militar.

La batalla de Ibarra  

Bolívar se encontraba en Babahoyo ocupado en la expedición libertadora al Perú y dejando a un lado los planes de esa campaña viajó a Quito, mientras Agualongo entraba victorioso a Ibarra el 12 de julio de 1823.
Bolívar lo enfrentó el día 17 con una poderosa fuerza de caballería, expulsándolo de Ibarra. Agualongo agrupó a los suyos en el lado derecho del cercano río Tahuando, pero no pudo hacer cortar el puente, que pudo ser cruzado a tiempo por los independentistas y así, perseguido de cerca, aunque intentó reagrupar a su ejército en la localidad de Alobuto, no lo consiguió y con doscientos de sus hombres más fieles regresó a la región de Pasto, donde la población civil soportaba las más denigrantes vejaciones, a cargo de los patriotas, que la habían retomado.
El 18 de agosto, cuando menos lo esperaban, penetró con tres mil hombres a su mando al pueblo de Anganoy y cuando Bartolomé Salom lo supo escapó a Catambuco, donde ocurrieron combates esporádicos. El General Flores le siguió a los pocos días. En esta ocasión, Agualongo alcanzó al Generán independentista Herrán y éste, de rodillas y con las manos juntas, le imploró que no lo matara, pues había sido su antiguo compañero de armas. El Coronel le contestó con desprecio:
"Yo no mato rendidos".
De toda formas, los Generales José Mires y José María Córdova cercaron y derrotaron las últimas partidas realistas en Tacines y en Alto de Cebollas pacificando la región y aunque Agualongo desocupó Pasto, sus hombres continuaron activos en las montañas, como guerrilleros hasta que a mediados de mayo de 1824 entraron en su ciudad y expulsaron a las fuerzas de Flores, por última vez.
Semanas después, las tropas independentistas retomaron Pasto. Agualongo y sus principales jefes quedaron en el interior del convento de las monjas Conceptas que Flores cercó, pero ante la intervención del Vicario de la ciudad se iniciaron conversaciones que duraron dos días solamente pues Agualongo y los suyos huyeron a Barbacoas ,allí libró su última batalla, situada en el occidente del hoy departamento de Nariño se enfrento por cuatro veces presidente  Coronel Tomás Cipriano Mosquera, el cual pudo derrotarlos y herir a Agualongo en una pierna, no sin recibir un  certero disparo de mosquete, dejándolo como se le conoce en Popayán, convertido en el “general mascachochas”, por su defecto del maxilar inferior, que le dejó una marca indeleble en su rostro, poniendo fin así a las guerrillas de Pasto, porque sus reductos remontaron el Patía y se dispersaron por toda la región.

CAPTURA DE AGUALONGO

Finalmente, Agualongo fue traicionado y capturado en el caserío “El Castigo" por el antiguo militar realista José María Obando el 24 de junio de 1824, cuando Obando le promete apoyo a su lucha, pero es llevado prisionero a Popayán en el sitio donde antes funcionaba el viejo hospital de la ciudad al norte del puente del Humilladero, que posteriormente se convirtiera en la " Cárcel Distrital” **. Allí se le ofreció respetarle la vida, a condición de que jurara fidelidad a la Constitución de la República de Colombia, su respuesta fue un tajante "¡Nunca!". Entonces fue juzgado y condenado a morir por fusilamiento. Al ser condenado a muerte, pidió y se le concedió la gracia de vestir uniforme de Coronel realista. El 13 de julio de 1824, ante el pelotón de fusilamiento exclamo que:
Si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España.
Exigió que no le vendaran, porque quería morir de cara al sol, mirando la muerte de frente, sin pestañear, siempre recio, como su suelo y su estirpe. Sus últimos momentos fueron de gran valor, como había sido su vida militar bravía, valerosa y constante, se enfrentó serenamente al pelotón y gritó:
¡Viva el Rey!
Agualongo, murió sin enterarse de la Cédula Real, otorgada por Fernando VII confiriéndole el grado de General de Brigada de los Ejércitos del Rey.

**la * Cárcel Distrital”.


* Este sitio es ocupado en la actualidad, por el moderno edificio de la Lotería del Cauca, y en su justo punto geográfico, fue Levantado un monumento abstracto del escultor Edgar Negret, en honor al mítico Indígena patriota caucano Paéz; Juan Tama. Dicho complejo arquitectónico fue terminado por un ex gobernador de origen esclavista, que exigió imponer su apellido y como tal, lleva el nombre de su familia Negret y Mosquera.(En la gobernación del Cauca del primer indígena guambiano, Floro Alberto Tunubalá Paja).En la ceremonia de inauguración del monumento hecho por su tío Negret ,fue invitado de honor el senador indígena Paéz, Jesús Piñacue, y sin la presencia de la comunidad guambiana.Siguiendo la tradicional manipulación de etnias.(2000-03)

“El leal Agualongo, “al lado de sus sargentos mayores Sinsajoa y Pasingo-presuntos autores de esa bella canción de batalla “La Guameña”, que fue entonada según historiadores, por primera vez por sus autores, en la batalla de Guapuscal el 12 de septiembre de 1811”.

Agustín Agualongo muere y el mismo día, por causas del destino, desde España le “llegaba la Cedula Real” como general de las tropas realistas del sur del país. (Esta supuesta Cedula Real, hasta el momento actual, no se conoce en copia u origina, haciendo parte del mito del héroe pastuso.)


Los restos de Agualongo descansaron en la cripta de la Iglesia de San Francisco en Popayán, hasta que fueron identificados por el historiador pastuso Emiliano Díaz del Castillo. El 11 de octubre de 1983, fueron llevados solemnemente a la ciudad que juró proteger y quedaron depositados en la Capilla del Cristo de la Agonía, en el lado izquierdo de la Iglesia de San Juan Bautista.
En 1987, fueron sacrílegamente sustraídos por una célula del grupo subersivo M-19, a cargo de Antonio Navarro Wolf y sólo devueltos en 1990 como un acto simbólico y simultaneo con la entrega en las montañas del departamento del Cauca de las armas al gobierno de ese entonces, y finalmente fueron depositados en el lado izquierdo del mismo Templo, junto con los despojos de Hernando de Cepeda y Ahumada hermano de Teresa de Cepeda y Ahumada la Santa de Ávila, que fue regidor y encomendero de la ciudad de Pasto en el siglo XVII..



 

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