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miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL PRIMER GENERAL NEGRO EN LA ACTUAL EE.UU ERA ESPAÑOL DE LA FLORIDA ESPAÑOLA.



General español DON JORGE BIASSOU




Nacimiento1741
Haití, (La Española)
Fallecimiento1801
San Agustín (Florida)
OcupaciónMilitar


Isabel la Católica - 7º indígenas americanos súbditos no esclavos, sin agravio . LA FALSA LEYENDA NEGRA.

Es curioso que, siendo Isabel la Católica quien abolió la esclavitud por primera vez en la Historia, haya proliferado después la Leyenda Negra en España, promovida por ingleses y holandeses…



Claro, ellos fueron los que restablecieron la esclavitud. Pero eso sucede mucho con la “memoria histórica”, es decir, el vencedor fabrica después una Historia que no tiene nada que ver con la realidad y atribuye al enemigo, al contrario, todas las cosas malas que él ha hecho.  Dr. Luis Suárez 2009.VIII








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FUENTE: http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=3518




UN JEREZANO EN GIBRALTAR





LA SEGUNDA BOFETADA A VERNON POR PARTE DE LOS ESPAÑOLES FUE EN CUBA.

FUENTE: https://www.facebook.com/autonomiaparapuertorico/photos/a.254473471348554.57267.254040468058521/609424685853429/?type=1&theater

Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777.



Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777






Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777

Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777


Francisco Antonio Cagigal de la Vega, (...nacido en 1695 en Hoz de Anero, Ribamontán al Monte, Cantabria, y fallecido en su localidad natal en 1777), fue un activo militar español, que tomó parte en numerosas batallas durante el siglo XVIII. Fue también gobernador de Cuba (1747 - 1760)

Durante 1727 participó en el sitio de Gibraltar, y en 1732, tomó parte junto con Juan Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo, en la conquista de Orán. Fue nombrado teniente general.Trasladado a Santiago de Cuba, entre 1741 y 1742 dirigió la defensa frente el asalto británico. Cinco años después es nombrado Gobernador de Cuba, cargo que ostentaría durante trece años, hasta 1760, durante el cual promulgó decretos tales como el del libre comercio del hierro y el acero. Ese año fue nombrado Virrey de Nueva España, ocupando el cargo durante cinco meses.

Regresó a España tomando parte en la Guerra de los Siete Años, frente a ingleses y portugueses.Despues de este resumen de la vida de nuestro personaje de hoy, nos centraremos en los hechos que lo hicieron merecedor de ser elegido para formar parte de nuestra reopilacion de heroes españoles. Y el culpable fue el almirante ingles Edward Vernon, que acaba de recibir la mayor derrota sufrida por la royal navy en su historia, venia de Cartagena de Indias, donde nuestro Blas de Lezo lo puso en su sitio y se fijo en Cuba a para resarcirse del varapalo que acaba de sufrir.

Vernon se encontraba trastornado y en pleno estado de shock. Caminaba preocupado de un lado a otro dentro del despacho de su navío insignia Princess Caroline. Tarde o temprano en Inglaterra se preguntarían cuándo retornarían la armada y sus marineros. Era cuestión de tiempo que en Europa se conociera la verdad. Debía asestar un nuevo golpe a una ciudad enemiga de importancia capital. Tal vez así mermarían los futuros comentarios y salvaría su cuestionable reputación. Pero… ¿dónde atacar? Preparativos para invadir el oriente cubano.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

A sabiendas de que la escuadra española de Rodrigo de Torres no podía salir de la rada habanera porque buques británicos bloqueaban su salida, el almirante inglés partió de Jamaica con nueve navíos de guerra, otras tantas fragatas y 40 naves de transporte. En total, una fuerza expedicionaria de 3 400 efectivos, incluido un regimiento de voluntarios de las Trece Colonias, al mando de Lawrence Washington, medio hermano del primer presidente de los Estados Unidos, George Washington.

Veintiún años antes de la Toma de La Habana por los ingleses (1762) desembarcaron “casacas rojas” por la bahía de Guantánamo. Rápidamente fortificaron Playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al Duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría otorgarle ventaja a las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, hoy ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia. Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del Mayor General Pedro Agustín (Periquito) Pérez, uno de los principales oficiales guantanameros de las guerras por la independencia.

La suerte nunca le sonrió a Vernon, pues en sus incursiones contra el imperio español se topó con dos excelentes oficiales: Blas de Lezo en Cartagena de Indias y Francisco Cagigal de la Vega en Santiago de Cuba. Este último contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estadía como gobernador de la ciudad santiaguera, Cagigal de la Vega desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas del área, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.
Apoyado por el Capitán General Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, donde se saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba obrando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano sobre la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, pues las magníficas fortificaciones de la ciudad apenas contaban con 200 soldados para su defensa. Inmediatamente después del desembarco de los ingleses, de toda la Isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.
Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargaron el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos. Estos factores se conjugaron para hacer un suplicio la estadía de los británicos en Cumberland. Tras cuatro meses de intensas bajas, habían caído unos dos mil casacas rojas, más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera.

Totalmente perdida la capacidad combativa, y propenso al aniquilamiento por emboscadas y enfermedades, Vernon reconoció su derrota. Era el 20 de noviembre de 1741 cuando comenzó a reembarcar. Tras sus fracasos en Cartagena de Indias y en Santiago de Cuba volvía a Inglaterra avergonzado. Debía comunicar a Jorge II que la victoria nunca existió. Dejaba atrás la promesa de una América británica. De cara a su destino, el almirante Edward Vernon volteaba la vista al desafiante Mar Caribe mientras tragaba su orgullo y se preguntaba, una y otra vez, si las decisiones tomadas habían sido las correctas.
Según una antigua tradición cubana, la primera misa que se celebró en la Villa de San Cristóbal de La Habana, fue a la sombra de una hermosa ceiba que se encontraba por el ángulo N.E. de la actual Plaza de Armas, donde hoy se halla el Templete. En 1754, el teniente general don Francisco Antonio Cagigal y de la Vega, capitán general y gobernador de la Isla de Cuba, queriendo perpetuar este recuerdo, mandó a construir en aquel sitio un modesto monumento compuesto por un pilar de tres caras, de nueve varas de ancho sobre un zócalo de piedra de cuatro pies de altura y cinco de diámetro. Sobre lo alto de este pilar, se colocó una pequeña imagen de Nuestra Señora del Pilar, y en el zócalo se puso la siguiente inscripción:

Fundóse la Villa o Ciudad de La Habana el año 1515, y al mudarse de su primitivo asiento a la ribera de este puerto el de 1519, es tradición que en este sitio se halló una frondosa ceiba bajo de la cual se celebró la primera misa y cabildo; permaneciendo hasta el de 1753 que se esterilizó; y para perpetuar la memoria, gobernando las Españas nuestro católico monarca el señor don Fernando VI, mandó erigir este padrón el señor mariscal de campo don Francisco Cagigal de la Vega, del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta Isla, siendo procurador general doctor Don Manuel Felipe de Arango en 1754.

Durante el brillante mando del capitán general Cagigal y de la Vega, se terminaron la circunvalación de las murallas que protegían a esta capital, y que habían sido iniciadas un siglo antes; la batería de la Pastora, se formó al proyecto de La Cabaña, se construyó la Iglesia de Jesús María, se establecieron las oficinas de correos y de marina, y todo lo concerniente al apostadero de La Habana. Pertenecía este ilustre capitán general a la gran familia de su nombre, oriunda de Santander, marqueses de Casa-Cagigal, que dio notables militares, entre ellos tres capitanes generales y gobernadores de la isla de Cuba.

También fue miembro distinguido de este esclarecido linaje, el joven don Fernando Cagigal, capitán de granaderos, sobrino del capitán general de esta Isla, que inmoló por su patria y por su rey a esta noble familia, pereciendo en La Habana, frente a la fortaleza del Morro, en reñido combate contra los ingleses, que amenazaban a esta capital, bajo las órdenes del almirante lord Knowles.
En La Habana, mantuvo una política de fomento al comercio libre, como puente natural entre el Continente Americano y la Península, lugar de atraque y reposo de todas las flotas, sede permanente de la Armada de Barlovento hasta su extinción y responsable de las obras de defensa y fortificación de murallas y puertos. Apoyó las actividades de construcción naval de la Real Compañía de La Habana, que superó una crisis temporal al trasladarse a México el conde de Revillagigedo su principal valedor; creó un arsenal anexo al puerto y se ocupó de favorecer las actividades comerciales y el tráfico con Cádiz y Veracruz. Su designación como virrey de Nueva España coincidió con su ascenso a teniente general de los Reales Ejércitos.

A su regreso a España, en 1762, Carlos III lo incorporó al Consejo de Guerra, donde permaneció mientras estuvo en activo. Al romperse las hostilidades con Inglaterra participó en acciones militares a las órdenes delConde de Aranda, como la marcha sobre Alcántara y la ocupación de algunas poblaciones en la frontera con Portugal. Al terminar la contienda, el rey le nombró en 1768, Decano del Consejo de Guerra. Falleció en su localidad natal a los 82 años de edad, el 30 de abril de 1777







martes, 18 de noviembre de 2014

CUANDO LA MAYORIA DE LOS ESCLAVOS EN AMÉRICA DEL NORTE Y EL CARIBE ERAN BLANCOS Y CATÓLICOS.

fuente :http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=38517

Cuando la mayoría de los esclavos en América del Norte y el Caribe eran blancos y católicos
En el siglo XVII, la inmensa mayoría de esclavos en territorios británicos de América eran blancos y católicos... casi todos irlandeses


  
¿Cuántas películas ha visto sobre esclavos negros maltratados por sus amos blancos? La horrible institución de la esclavitud que oprimió durante varios siglos a los africanos y afroamericanos en el Nuevo Mundo ha sido denunciada, con justicia y frecuencia, por el cine y la televisión.

Pero, ¿cuántas películas ha visto usted sobre esclavos blancos en el s.XVII? Una excepción sería la película de piratas Capitán Blood, de 1935, inspirada en las novelas de Sabatini, protagonizada por Errol Flynn y Olivia de Haviland (por primera vez juntos). Allí los llaman “indentured servants”, pero eran, a todos los efectos, esclavos.Casi nadie sabe que en el siglo XVII la inmensa mayoría de los esclavos en el Caribe y las posesiones británicas en Norteamérica eran blancos y católicos.

Más aún, los esclavos blancos eran abundantes, baratos y desechables, y tendían a morir con facilidad.

Los esclavos negros, en cambio, se consideraban resistentes, fuertes, escasos y caros, y se les alimentaba y trataba mejor. 



Blood y sus compañeros como esclavos
en una plantación británica, en la película de 1935


Durante el s.XVII, los ingleses deportaron cientos de miles de irlandeses y, en menor medida, escoceses, a sus plantaciones en el Caribe y Norteamérica.

Los ingleses, conocidos por su meticulosidad en la documentación, no llevaban apenas cuenta de lo que hacían en Irlanda. Faltan muchos datos, pero los historiadores irlandeses, estadounidenses, caribeños y escoceses han ido recomponiendo las piezas del puzle.

Kinsale: empieza un siglo negro para Irlanda
En 1541 Enrique VIII, el mismo que repudió a Catalina de Aragón y creó la Iglesia Anglicana con él al frente, se proclamó como rey de Irlanda. Durante medio siglo los ingleses fueron conquistando el país, con una última gran batalla en Kinsale en 1602, en la que participaron unos 3.500 soldados españoles. Los ingleses vencieron, y en ese momento expulsaron del país a los resistentes irlandeses (muchos fueron a España o a sus territorios europeos). A esos expatriados irlandeses se les llamó “Gansos Salvajes” y los hubo durante todo el siglo y parte del siguiente.

Pero poco después, el rey inglés Jacobo II estableció una nueva política: en vez de expulsar a los descontentos, favoreció venderlos como esclavos. El primer caso documentado se dio en una colonia en la Guayana, en el Amazonas, en 1612: la primera venta de esclavos irlandeses.

Una proclamación del rey inglés estableció en 1625 que los prisioneros políticos irlandeses se venderían como mano de obra forzada a las plantaciones de las Islas Orientales.

En 1632 se sabe que la inmensa mayoría de los esclavos de las islas caribeñas inglesas de Montserrat y Antigua eran irlandeses. Un censo de 1637 muestra que 7 de cada 10 habitantes de Montserrat eran esclavos irlandeses. 

A estas alturas, la demanda era alta, y los esclavos morían pronto. No bastaban los presos políticos (rebeldes al dominio inglés): cualquier crimen común (pequeños robos, etc…) era excusa para deportar irlandeses a las plantaciones.

También había bandas de secuestradores que recorrían el campo, atrapaban a cualquiera y lo vendían a los traficantes sin que nadie preguntara mucho.

Los esclavos negros en el Caribe británico había que comprarlos. Los esclavos irlandeses, en cambio, llegaban casi regalados por el Estado a las plantaciones.

Cromwell, puritano y feroz anticatólico
En 1641 estalló otra revuelta irlandesa, la Guerra de la Confederación, que fue sofocada en 1649 por el nuevo líder inglés, el puritano y autoritario Cromwell, ferozmente anticatólico (por ejemplo, intentó eliminar la Navidad del calendario y la celebración popular en las islas británicas; incluso prohibió los pasteles de Navidad).

De 1641 a 1652, durante esta revuelta y en sus años inmediatos, la población de Irlanda descendió de 1.466.000 habitantes a apenas 616.000.

Aproximadamente 550.000 irlandeses fueron eliminados físicamente o por hambre provocada. Otros 300.000 fueron deportados como esclavos. La deportación de varones dejaba a mujeres y niños inermes… y ellos también podían ser comprados y deportados en posteriores oleadas.



Richard Harris interpreta a Cromwell, vestido de
parlamentario puritano, en la película de 1970


De 1650 a 1660 se desarrolló el llamado “Reinado del Terror” de Cromwell, que activamente quería eliminar la población irlandesa y católica de la isla. En 1650, llegaron a las plantaciones caribeñas de Saint Kitt 25.000 esclavos irlandeses.

Se calcula que en esta década la Corona y sus administradores secuestraron a cien mil niños irlandeses de entre 10 y 14 años y los llevó a las plantaciones del nuevo mundo: el Caribe, Virginia y Nueva Inglaterra.

Sólo en esta década llegaron más esclavos irlandeses al Nuevo Mundo que el total de población libre anglosajona radicada allí.

En 1651, Cromwell ganó dos guerras contra Holanda para asegurarse que podía tener el monopolio del tráfico de esclavos y en 1655 conquistaba Jamaica a los españoles para convertirla en su gran base esclavista en el Caribe. Pero no desatendió el resto de las plantaciones. En 1652 envió otros 12.000 esclavos irlandeses a las Barbados.

Hay que tener en cuenta que Cromwell financiaba sus guerras en Irlanda, simplemente, prometiendo tierras a los señores ingleses que allí acudieran a luchar. En esas tierras sobraba población campesina: los señores preferían dedicarlas a pastos. Una norma de 1657 establecía que todos los habitantes del condado de Clare debían trasladarse en seis meses o ser detenidos por “alta traición” y enviados a las Américas.

En esta época no era un crimen que cualquier inglés matase un irlandés… pero preferían atraparlos vivos y venderlos.



Cuando se equivocaban de esclavos
A veces, las bandas de secuestradores se excedían y se equivocaban de víctimas. En 1659 llegó a Londres una petición de 72 esclavos en las Barbados que aseguraban ser ingleses ilegalmente secuestrados y atrapados allí. La misma petición aseguraba que en las plantaciones americanas había 7.000 u 8.000 escoceses tomados prisioneros en la batalla de Worcester de 1651 e incluso 200 franceses, secuestrados y vendidos, cada uno a cambio de 900 libras de algodón.

Hay más cifras registradas de los últimos días de Cromwell: 52.000 mujeres, chicas y jóvenes irlandeses se vendieron en las Barbados y Virginia en 1657. Mil chicos y mil chicas más de Irlanda se vendieron en Jamaica en 1656.

Cromwell murió en 1660, pero su sucesor Carlos II, hijo del decapitado Carlos I, no dudó en mantener el negocio de la trata, con el compromiso de entregar al menos 3.000 esclavos anuales a la “Real Compañía de Aventureros” (en realidad, una compañía de venta de esclavos).

De "indentured servants" a esclavos
En su origen, el concepto de “indentured servants” tenía una definición bastante bien delimitada y quizá a ella se acogían muchos irlandeses antes de 1620. En esa primera fase, el individuo aceptaba voluntariamente ir a América y pagaba el pasaje, manutención y un pedazo de tierra en las colonias trabajando en el lugar de destino una serie de horas diarias durante unos años. Este acuerdo podía figurar por escrito.

Sin embargo, desde 1625 los irlandeses fueron simplemente secuestrados, vendidos y puestos a trabajar como esclavos: era un nuevo y lucrativo negocio masivo. Aunque la propaganda inglesa siguió llamando a estos esclavos “indentured servants”, desde 1625 se trataba ya siempre de mera trata de seres humanos y esclavitud forzada.

Durante este siglo un esclavo irlandés costaba el equivalente a 5 libras esterlinas, mientras que uno negro costaba entre 4 y 10 veces más. Los dueños de las plantaciones no tenían apenas interés en mantener vivos a los esclavos irlandeses. El coronel William Brayne pedía en 1656 que llegasen a las plantaciones más esclavos negros porque “puesto que los dueños tendrán que pagar más por ellos, tendrán más interés en mantenerlos con vida, algo de lo que carecen en [el caso de los esclavos irlandeses]”.

Los negros duraban más en el clima caribeño y además eran paganos, algo que los dueños ingleses preferían a los irlandeses, que era odiados papistas.

Además, en teoría un negro servía toda la vida, mientras que un irlandés debía ser liberado en 7 o 10 años… pero esto no sucedía con frecuencia, ya que la mayoría moría antes.

Sin derecho a asistencia religiosa
A efectos religiosos, los irlandeses católicos no eran considerados cristianos y no tenían derecho a asistencia religiosa (tampoco la tenían los católicos libres en Inglaterra).

Muchos no sabían la lengua inglesa, y hablaban sólo gaélico. Pero otros estaban alfabetizados, sabían escribir y llevar cuentas. Con todo, cualquier dueño podía matar a cualquiera de sus esclavos, negros o irlandeses, sin excusa ninguna: no era un crimen, sólo un gasto de propiedad.

Cuando el Parlamento estableció el Acta de Regulación de Esclavos en las Plantaciones en 1667 enumeró los castigos que se podían infligir a los esclavos que hubiesen cometido un delito contra “cristianos”… se especificaba que los católicos no se consideraban cristianos, ni siquiera si habían logrado sobrevivir y ser libres de alguna manera.



"Aparear" irlandesas con negros, cosechar mulatitos
Los dueños de las plantaciones no solían tener relaciones sexuales con las esclavas negras, cosa que aterrorizaba su mentalidad racista, pero sí forzaban a las esclavas irlandesas. La ley establecía que los bebés hijos de esclava eran esclavos y pertenecían al amo.

Los amos podían hacer que las esclavas se cruzasen con otros esclavos blancos o con negros, buscando esclavos mulatos más resistentes y que se podían revender a buen precio.

A veces las irlandesas sobrevivían a todos los abusos y lograban ser libres… pero no sus hijos. Esas madres liberadas decidían quedarse en la plantación con sus niños que seguían siendo esclavos, y ellas seguían un tipo de vida de práctica esclavitud.

En 1681 se aprobó una ley que prohibía la práctica de aparear mujeres esclavas irlandesas con esclavos africanos “para vender” los hijos: era una ley implantada por la Real Compañía Africana porque interfería con sus beneficios.

Pero seguía siendo legal aparearlas para la “producción propia” de la plantación. De esta época se sabe que la Real Compañía Africana envió 249 cargamentos de esclavos irlandeses y negros a las Indias entre 1680 y 1688: eran 60.000 “unidades”, 14.000 murieron durante el viaje.

La mortandad de los irlandeses
¿Cuál era el nivel de mortandad de los esclavos irlandeses?

No es fácil establecerlo, pero los historiadores no conocen ni un solo caso de irlandés deportado a América como esclavo que consiguiera volver a su país para contarlo. Los irlandeses que lograban la libertad por lo general dejaban esa colonia y marchaban a otra en la América continental o en otra isla.

Se sabe que entre 1641 y 1649 se compraron en las Barbados 21.700 esclavos irlandeses. Sin embargo, parece que nunca hubo más de 8.000 o 10.000 en las islas. Morían rápido y necesitaban ser sustituidos.

A veces los barcos esclavistas tiraban sus esclavos por la borda porque si morían “por accidentes en el mar” se cobraba un seguro, pero si morían de hambre en las bodegas no se cobraba nada (se conoce el caso del navío Zong, que arrojó 132 esclavos vivos por la borda).

Montserrat, la isla más irlandesa
La isla de Montserrat (así la llamó Colón en 1493, recordando su paso por Barcelona) fue quizá en la que sobrevivieron más irlandeses, y de hecho llegaron de Saint Kitts y otras islas en 1643 porque había fama de que en esta isla había más libertad para los católicos (aunque no había clero ni culto).

En 1724 seguía sin haber clero católico en la isla, pero el pastor anglicano, James Cruickshank se quejaba de que en su zona, Saint Peters, en el norte de la isla, había 20 familias protestantes frente a las 40 católicas (que no iban a su parroquia). En el sur de la isla, la población católica era aún mucho mayor.

Hoy la isla (de hecho media isla, la mitad sur está destruida por el volcán local desde hace pocos años) tiene 2 parroquias católicas. La población es negra, aunque quizá de piel algo más clara que en otras islas, y muchos tienen apellidos irlandeses, aunque eso no significa necesariamente ascendencia de esa nación.

Una católica ahorcada por no saber inglés
Un personaje que puede poner rostro a esa época es Ann Glover. Fue deportada con otras decenas de miles de irlandeses como esclava a Barbados durante la invasión de Cromwell en Irlanda. Hay fuentes que dicen que su marido fue asesinado en Barbados porque se negaba a renunciar a su fe católica.

En 1680 era ya una mujer mayor que vivía con su hija en Boston, Massachusetts, trabajando como criadas en la casa de un hombre llamado John Goodwin. En verano de 1688 se pusieron enfermos 4 o 5 de los niños de la casa. El médico sugirió que la causa podía ser brujería. Una niña de 13 años aseguró que se puso enferma después de descubrir que la hija de la vieja Ann Glover robaba ropa de la casa.

Ann fue arrestada y juzgada por brujería. Ella apenas sabía hablar inglés y durante el juicio se aferraba a su gaélico nativo. Un testigo la consideró “una vieja irlandesa escandalosa, muy pobre, católica romana obstinada en idolatría”. 

El tribunal pidió a la anciana que recitase el Padrenuestro. Ella lo recitó mezclando gaélico y latín, como lo había aprendido de niña. ¡Nunca más había tenido acceso a ninguna formación católica viviendo en colonias protestantes como esclava! No pudo recitarlo en inglés, y se consideró una prueba de brujería. 

Fue condenada a muerte y se le dio la oportunidad de renunciar al catolicismo, pero se negó. Fue ahorcada entre los gritos y burlas de la multitud en Boston, que se había reunido para ver “si la papista se arrepentía”, como escribió un contemporáneo. Es famosa por ser la última "bruja" ajusticiada en Boston.


En el trailer de 1935 de Capitán Blood, en el minuto 1,45, hay escenas que recogen la "bárbara crueldad" del esclavismo inglés en las plantaciones; después no se ha visto apenas en el cine 


jueves, 13 de noviembre de 2014

INAGURACIÓN EL SABADO 15 NOVIEMBRE DE LA ESTATUA DE DON BLAS DE LEZO EN LA PLAZA COLÓN EN MADRID


Si estás el sabado en la Capital ¡¡ acude !!
y si no estás , difunde esta noticia.

El sábado , tod@s somos Don Blas de Lezo y Olavarrieta.

DETERMINACIÓN...
INTEGRIDAD
VALOR
SACRIFICIO
ORGULLO
HONESTIDAD
LEALTAD
VALENTIA
PATRIOTISMO
PUREZA
COMPAÑERISMO

¡¡ CUANTA FALTA NOS HACES HOY BLAS !!







Blas de Lezo y Olavarrieta (u Olabarrieta) (Pasajes, Guipúzcoa, España, 3 de febrero de 1689Cartagena de Indias, Nueva Granada, Imperio Español, 7 de septiembre de 1741), primer marqués de Ovieco (a título póstumo), almirante español conocido como Patapalo, o más tarde como Mediohombre, por las muchas heridas sufridas a lo largo de su vida militar,1 es considerado uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada Española.



Cartagena de Indias (1741)




Plano de Cartagena de las Indias realizado en 1735 y publicado en la ObraRelación Histórica del Viaje a la América Meridional, de Jorge Juan y Antonio de Ulloa.




Plano de la Bahía de Cartagena de Indias realizado en 1735 y publicado en la ObraRelación Histórica del Viaje a la América Meridional, de Jorge Juan y Antonio de Ulloa.


El rey lo ascendió en 1734 a teniente general de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender de un sitio (1741) al que la había sometido el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue el apresamiento de un barco corsario comandado por Robert Jenkins cerca de la costa de Florida. El capitán de navío Juan León Fandiño apresó el barco corsario y cortó la oreja de su capitán al tiempo que le decía (según el testimonio del inglés): «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve.» A la sazón, el tráfico de ultramar español se veía constantemente entorpecido e interrumpido por los piratas ingleses. En su comparecencia ante la Cámara de los Lores, Jenkins denunció el caso con la oreja en la mano, de ahí que los ingleses conozcan el conflicto como «Guerra de la oreja de Jenkins».


Vernon estaba envalentonado tras el saqueo de la mal guarnecida plaza de Portobelo (Panamá), y el inglés desafió a Lezo, a lo que el marino español contestó:


«Si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía.»


La flota inglesa, la agrupación de buques de guerra más grande que hasta entonces había surcado los mares (2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte, y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: Galicia, que era la nave Capitana, San Felipe, San Carlos, África, Dragón y Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas. El sitio de Cartagena de Indias fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.




Estatua de Blas de Lezo en Cartagena de Indias


Tan colosal fue la derrota de los ingleses, que aseguró el dominio español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce.5 Humillados por la derrota, los ingleses ocultaron monedas y medallas grabadas con anterioridad para celebrar la victoria que nunca llegó. Tan convencidos estaban de la derrota de Cartagena que pusieron medallas en circulación que decían en su anverso: «Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741» y «El orgullo español humillado por Vernon».6


Fue justo lo contrario: con sólo seis navíos, 2.830 hombres y mucha imaginación, Blas de Lezo derrotó a Vernon, que traía 180 navíos y casi 25.000 hombres, fue tal la derrota que el Rey de Inglaterra, Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Mientras en su retiro, el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga Lezo!). En respuesta escrita a Vernon, Blas de Lezo pronunció la inmortal frase:


«Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.»


Blas de Lezo falleció en Cartagena de Indias al contraer la peste, enfermedad generada por los cuerpos insepultos (casi todos ingleses) ocasionados por los sucesivos combates.






FUENTE :http://es.wikipedia.org/wiki/Blas_de_Lezo