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domingo, 8 de marzo de 2015

martes, 3 de marzo de 2015

EL ALCALDE DE CASTELLAR DE LA FRONTERA PRESUME DE REUNIRSE CON LA MAFIA BRITÁNICA COLONIAL QUE TIENE A LA PROVINCIA DE CÁDIZ CON UN 43% PARO ( EL MÁS ALTO DE TODA ESPAÑA )

FIN DE LOS PARAÍSOS FISCALES.

FIN DE LA ÚLTIMA COLONIA EN SUELO EUROPEO.

LA ECONOMÍA GADITANA HERIDA DE MUERTE.


En el Blog del todavía alcalde de la Digna población de Castellar de la Frontera , se hacia alarde ya en 2.013 , EN PLENA CRISIS ECONÓMICA, de reuniones con el principal foco que padecemos en la provincia de paro y corrupción.

LA COLONIA BRITÁNICA EN GIBRALTAR.

En dicho artículo, el tal Juan Casanova , presume de reunirse con John Cortés y Neil Costa , vamos , británicos de pura cepa, COSTA Y CORTÉS.

Es una auténtica vergüenza y causa repugnancia , que quien está matando a la provincia de Cádiz, sea recibido con tal peloteo y agasajos.


 
 
 
Fuente:http://juancasanovacorrea.blogspot.com.es/2013/05/visita-de-dos-ministros-de-gibraltar.html?m=1

Don Luis De Córdova captura 52 navíos británicos


Lista de Universidades y Colegios Mayores Virreinales en Indias






Universidades fundadas en América antes de 1810
Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, Santo Domingo, República Dominicana, por bula del 28 de octubre de 1538 y por Real Cédula del 26 de mayo de 1747, actual Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Real y Pontificia Universidad de San Marcos, Lima, Perú, por Real Provisión del 12 de mayo de 1551 y ratificada por bula del 25 de julio de 1571.  Actual Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Real y Pontificia Universidad de México, creada por Real Cédula de 21 de septiembre de 1551 y ratificada por bula del 7 de octubre de 1595. Extinguida en 1865.

Real Universidad de La Plata (de Charcas o de Chuquisaca), Sucre, Bolivia, por Real Cédula del 11 de julio de 1552. No llegó a instalarse.

Real y Pontificia Universidad de Santiago de la Paz y de Gorjón, Santo Domingo, República Dominicana, por Real Cédula de 23 de febrero de 1558. Fue extinguida en 1767.

Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, Bogotá, Colombia, Extinguida en 1861.

Universidad de San Fulgencio, Quito, Ecuador, 1586. Fue extinguida.

Pontificia Universidad de San Ildefonso, Lima, Perú, por bula del 13 de octubre de 1608. Fue extinguida.

Universidad de Córdoba, Argentina, 1613. Actual Universidad Nacional de Córdoba.

Universidad de Santo Tomás de Aquino, Santiago, Chile, por Bula papal de 1619. Fue extinguida a mediados del siglo XVIII.

– Real y Pontificia Universidad de Mérida, Yucatán, México, Fue extinguida en 1767.

Pontificia Universidad de San Ignacio de Loyola, Cuzco, Perú, 1621. Extinguida en 1767.

Universidad de San Miguel, Chile, por bula de 1621. Fue extinguida.

Pontificia Universidad de San Francisco Javier, Bogotá, Colombia, 1621. Fue extinguida en 1767.

Universidad de San Gregorio Magno, Quito, Ecuador, 1622. Universidad jesuita, fue extinguida en 1767.

Real y Pontificia Universidad de San Francisco Xavier, Sucre, Bolivia, 1624. Actual Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca.

Real Universidad de San Carlos Borromeo, Guatemala, por Real Cédula de 31 de enero de 1676. Actual Universidad de San Carlos de Guatemala.

-Universidad de San Cristóbal, Huamanga (Ayacucho), Perú, 1677. Fue extinguida durante la segunda mitad del siglo XIX.

Real Universidad de San Antonio Abad, Cuzco, Perú, 1692.  Actual Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cuzco.

Universidad de San Jerónimo, La Habana, Cuba, 1721. Actual Universidad de La Habana.

- Real Universidad de Santa Rosa de Lima, Caracas, Venezuela, por Real Cédula de 22 de diciembre de 1721. Fue extinguida.

Universidad Pencopolitana, Concepción (Chile), en 1724. Fue extinguida en 1767.

- Real Universidad de San Felipe, Santiago, Chile, en 1738. Fue extinguida en 1839.

Real Universidad de Santo Tomás de Aquino, Quito, Ecuador, 1786. Extinguida en 1826.

Universidad de Guadalajara, de México, 1792.


Escuelas

Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, Tlatelolco, México, 1533. Fue destinada a la educación de los indígenas en el conocimiento europeo. Extinguido en 1583.

Real Colegio de San Nicolás Obispo, Pátzcuaro, México, 1540.

Real Colegio de San Martín, Lima, Perú, 11 de agosto de 1582. Extinguido en julio de 1770.

Real y Antiguo Colegio de San Ildefonso, México, 1588.

Real Colegio Seminario de Santo Toribio, Lima, Perú, 1590. Actual Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo.

Real Colegio de San Felipe y San Marcos, Lima, Perú, 28 de junio de 1592. Etinguido en julio de 1770.

Seminario San Luis, Ecuador, 1594. Fue extinguido.

Colegio Seminario de San Antonio Abad, Cuzco, Perú, 1598.

Colegio Mayor de San Bartolomé, Bogotá, Colombia, en 1604.

Colegio San Jose De Los Infantes, Guatemala, 1781. Aun en funcionamiento.

Real Convictorio de San Francisco Javier, Santiago, Chile, 23 de marzo de 1611. Extinguido en 1767.

Real Colegio de San Bernardo, Cuzco, Perú, 1619. Extinguido en 1825.

Real Colegio Convictorio de San Carlos, Lima, Perú, 1770, transformado en las facultades docentes de Jurisprudencia, Letras y Ciencias de la Universidad de San Marcos en 1857.

Real Colegio Seminario de San Buenventura de Mérida, Venezuela, 1785.

Real Colegio de Nobles Americanos en Granada, España, 1792.

Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, Lima, Perú, 1808, transformado en Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos en 1856.

Cuando Alaska perteneció al Imperio Español.

http://100ceros.blogspot.com.es/2014/08/antes-que-nada-me-gustaria-dar-las.html

Antes que nada, me gustaría dar las gracias al equipo de Paperblog por considerarme el autor del día. Reconocimiento que hace esta prestigiosa revista de blog, y cuyo enlace tenemos a la derecha, en una pequeña etiqueta. Si quieren acceder y leer los artículos que hay en él, sólo tienen que pinchar, y accederán directamente.

Ahora vamos con la entrada. El título puede parecer extraño, ¿qué tienen que ver los españoles con el territorio de Alaska, que primero fue ruso, para más tarde vendérselo a los americanos? Pues resulta que antes de esto, y remontándonos al Tratado de Tordesillas, Alaska se pudo considerar española.



Con la firma del Tratado de Tordesillas por parte de los representantes de los Reyes Católicos y los del rey Juan II de Portugal, el mundo conocido, incluyendo América descubierta recientemente, quedaba repartido por la mitad entre las monarquías hispánica y lusa, utilizando como referente un meridiano situado a 370 millas de Cabo Verde, que incluía la costa brasileña para los portugueses, además de los territorios asiáticos y africanos; mientras a los españoles les correspondían los continentes de América y Oceanía. Con este tratado, Alaska quedaba dentro de la parte española, pero como este era un territorio inhóspito, la monarquía hispánica le prestó poca atención.


 
Isla de Nutka.

Durante los tres siglos siguientes, los españoles se preocuparon por otros territorios como Sudamérica o el centro de Europa, y aprovechando esta falta de atención, el Imperio Ruso empezó a establecer asentamientos. Mientras los rusos se iban apoderando poco a poco del territorio, los españoles recibieron noticias de estos movimientos, y viendo peligrar la zona, enviaron varias expediciones.


El objetivo principal de estos viajes era intentar colonizar el territorio para ir ganando territorio al imperio del zar, pero tras varios intentos, las expediciones no tuvieron el éxito que se esperaba. La primera fue en 1774, liderada por Juan José Pérez Hernández, cuyo objetivo principal era la colonización del territorio norteamericano, declarando hispana sólo la isla Nutka. La segunda de ellas fue la empresa dirigida por Bruno de Heceta (1775), que supuestamente disipó los "rumores" que decían que los rusos habían ocupado el territorio. Claramente, estos rumores eran verdad, pero con tal de que el Imperio Español, potencia en decadencia en aquella época, quedase como un fuerte estado a nivel internacional. Más tarde, Alejandro Malaspina (1788) vuelve a la zona, pero esta vez con objetivos científicos. De nuevo, y un año más tarde que Malaspina, los españoles, dirigidos por Esteban José Martínez, tomaron y colonizaron Nutka, pero para sorpresa del Capitán Martíanez, los ingleses se encontraban merodeando por allí, además de los rusos, que ya llevaban tiempo por la zona. Sin dudarlo, la pequeña expedición capturó a los ingleses, y provocó una tensa situación político entre Inglaterra y España. En vez de ser recibida como un héroe por el virrey de Nueva España, Martínez tuvo que aguantar una reprimenda; y esto se debe a que el virrey fue sustituido por otro, justo cuando Esteban llegaba de Alaska, provocando un cambio de opinión en el gobierno local sobre el secuestro de los ingleses.


 
Bandera del Imperio Español.

Tras varias negociaciones entre los países en tensión, con Inglaterra mandando en ellas, los españoles no tuvieron más remedio que devolver los prisioneros a los ingleses. Más tarde, los españoles volvieron a enviar cinco naves, y fortificaron la isla de Nutka con un cuerpo del ejército colonial. Parte de este cuerpo se quedó en Nutka, mientras otros empezaron a colonizar otros territorios. Pero los habitantes de estos territorios no duraron mucho, ya que constantemente se estaban viendo acosados por rusos y ingleses. Ellos resistieron, pero por culpa de los políticos, Alaska nunca más volvió a ser española.

Después de la conquista de Alaska por los rusos, los ingleses no tuvieron más remedio que abandonar sus pretensiones sobre esta inhóspita tierra. Años después, los EE.UU se ven interesados en este terreno, y tras varias negociaciones, los rusos venden Alaska a los americanos por un precio ridículo, 7,2 millones de dólares el 18 de octubre de 1868. Y esta barata compra, se debe a que el Imperio Ruso estaba en una situación de crisis económica, producida por la mala gestión del gobierno, además del fracaso de la Guerra de Crimea. Años después, Alaska se convertiría en en territorio de Estados Unidos, para que el 13 de marzo de 1959 se convirtiera en el estado número 49 de los Estados Unidos de América.

COMPARTID, QUE SE SEPA LA VERDAD.


ME IMPORTA UN PITO O IRSE A LA PORRA, EXPRESIONES POPULARES DE ORIGEN MILITAR.

FUENTE:   http://www.abc.es/espana/20140916/abci-importa-pito-irse-porra-201409152051.html#.VOopcdDc8_A.Facebook



La mayoría de estas frases proceden del periodo de los Tercios de Flandes, donde la sociedad castellana se militarizó para responder a los desafíos del primer imperio global.


Muchas expresiones comunes en el lenguaje de hoy en día tienen su origen en situaciones de naturaleza militar. En especial, muchas frases populares proceden del periodo de los Tercios de España, donde la sociedad castellana se militarizó para responder a los desafíos del primer imperio global.
 
 
-«Irse a la porra»
 
El sargento mayor de cada Tercio de Flandes, la unidad de élite de los ejércitos Habsburgo en el siglo XVI y XVII, dirigía los compases de sus hombres moviendo un gran garrote, una especie de antecedente de la batuta de orquesta que recibía el explícito nombre de porra. Cuando una columna en marcha hacía un alto prolongado, el sargento mayor hincaba en el suelo el extremo inferior de su porra distintiva para simbolizar la parada. Los soldados arrestados debían permanecer sentados en torno a la porra que el sargento había clavado al principio. Eso equivalía por tanto a «enviar a alguien a la porra» como sinónimo de arrestarle.
 
 
-«Poner una pica en Flandes»

Sinónimo de algo sumamente dificultoso o costoso, refiriéndose a los gastos y esfuerzos que suponía el envío de los Tercios. Cervantes usó varias expresiones similares en El Quijote: el personaje de Sancho Panza afirma que «pues si yo veo otro diablo y oigo otro cuerno como el pasado, así esperaré yo aquí como en Flandes», lo que equivale a decir en cualquier parte.
 
-«No dar un palo al agua»
 
Significa ser un vago y proviene del mundo marinero, donde «palo» se entiende por remo. De tal forma, los remeros más holgazanes usaban los remos para golpear por encima el agua, es decir, solo fingían impulsar los remos.
 
 
-«Se te ve el plumero»
 
Cuando a alguien se le ve sus verdaderas intenciones o pensamientos. En el siglo XIX durante las guerras entre absolutistas y liberales, estos últimos crearon una unidad conocida como Milicias Nacionales en defensa del régimen liberal que lucían unas llamativos penachos en sus morriones. Tras ser disuelta en 1820 por los absolutistas se comenzó a emplear para señalar a los liberales ocultos.
 
 
-«Dejar en la estacada»
 
Procede de los obstáculos hechos con estacas afiladas que se colocaban para impedir el avance sobre las líneas enemigas. La infantería usaba estos obstáculos para frenar en seco a la caballería.
 
 
-«Me importa un pito»
 
El pífano o el «pito» era el chico que tocaba tal instrumento en el ejército. Su paga era muy baja. Por tanto cuando utilizamos la expresión «me importa un pito» damos a entender que le damos muy poco valor al asunto.
 
 
-«Meterse en camisa de once varas»
 
 
Intentar hacer algo demasiado complicado para nosotros. La camisa o cortina es la denominación medieval de un lienzo de muralla, espacio entre dos torres. Y las varas eran una unidad de medida por lo que once varas son unos diez metros lo que implicaba una muralla demasiado alta para ser tomada.
 
 
-«Se armó la de San Quintín»
 
 
Alude a la batalla que tuvo lugar el día de San Lorenzo —10 de agosto— de 1557, ganada por las armas españolas de Felipe II contra los franceses, y en la que los Tercios estuvieron dirigidos por Manuel Filiberto, duque de Saboya.
 
 
-«Hacer las cuentas del Gran Capitán»
 
 
Alude a las tan discutidas cuentas millonarias que Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, presentó a los Reyes Católicos después de haber conquistado para ellos el reino de Nápoles en 1504.
 
 
-«Meter en Orán cien lanzas»
 
 
Relacionado con una empresa compleja (como poner «una pica en Flandes»), pero en relación a conquistar la plaza africana de Orán.
 
 
-«Chusma»
 
La chusma eran los prisioneros condenados a apalear sardinas (a remar) en galeras y por tanto encargados de la tareas más ingratas.
 
-«Apalear sardinas»
 
Referido a la condena de remar en galeras
 
-«Ir de tiros largos»
 
Cuando alguien va muy elegante se suele emplear esta expresión a modo de halago. Los tiros eran las correas que sujetaban el sable a la cintura y en aquellas ocasiones en los que el soldado deseaba ostentar dejaba el sable más suelto, es decir de tiros largos. A diferencia de en combate, donde se llevaba bien sujeto, en la vida civil se buscaba más comodidad.
 
-«Camarada»
 
Su origen viene de cuando los tercios tenían que prolongar su estancia en algún lugar. Entonces se reunían en grupos de ocho o diez para hacer camarada o camareta. Así lo explica un documento de la época: «Hacen la camarada, esto es, se unen ocho o diez para vivir juntos dándose entre ellos la fe (juramento) de sustentarse en la necesidad y en la enfermedad como hermanos».
 
-«Medrar»
 
Hace referencia al alistamiento de los soldados, escapando de la pobreza de sus lugares de origen, para alcanzar riquezas y botines.
 
-«El despojo»
 
Nombre recibido a la práctica de adueñarse de las pertenencias –armas, dinero, joyas, ropa, calzado- de los enemigos.
 
-«Bicoca»
 
Algo sumamente fácil, o de escaso valor. En relación a la batalla librada el 27 de abril de 1522 en la localidad de La Bicocca, población cercana a Monza, en el antiguo condado de Milán, donde el ejército francohelvético fue diezmado sin que hubiera casi ninguna baja entre los españoles.
 
-«Al enemigo que huye, puente de plata»
 
Es decir, conviene facilitar la huida del enemigo que nos molesta para librarnos de él sin tener que combatir. Esta máxima militar tan sobada en la actualidad pertenece a Gonzalo Fernández de Córdoba, «El Gran Capitán» (1453-1515).
 
 
-«No hay moros en la costa»
 
Tras la Reconquista, las costas de España estuvieron dos siglos sometidas a la piratería, hasta tal punto que se decía que un pueblo se acostaba normal y se despertaba desierto, con los hombres muertos, y las mujeres y los niños esclavizados de camino a los puertos piratas del norte de África. Para evitar tales ataques, pues los moriscos expulsados conocían la zona e indicaban dónde y cómo atacar, se trasladaron los pueblos al interior y se colocaron vigías en las costas. Cuando no había moros en la costa significaba que no había peligro.
 
-«París bien vale una misa»
 
En 1593, Felipe II, interesado en que el trono francés lo ocupara su hija Isabel Eugenia, accedió a que Enrique III de Navarra, notorio calvinista, se casara con ella y se convirtiera en rey de los galos siempre que renunciara al protestantismo y abrazase la fe católica. Y Enrique contestó: «París bien vale una misa». Católica, claro.


Las grandes mentiras de nuestra historia común

La verdad es que no hubo guerra de Independencia ni un tal desastre. El presente que vivimos, de un lado y del otro del Atlántico, es la consecuencia de estas mentiras.


http://www.cubanet.org/colaboradores/las-grandes-mentiras-de-nuestra-historia-comun/

La batalla de Gembloux: Don Juan de Austria y Farnesio aplastan a 25.000 rebeldes


FUENTE :http://www.abc.es/historia-militar/20150227/abci-batalla-gembloux-tercios-espanoles-201502261645.html#.VO_0dXJJmGk.facebook


Una arriesgada carga de caballería encabezada por Farnesio sirvió la victoria española: «Alejandro, acordándose del antiguo romano, se arroja en un hoyo para sacar de él una cierta y grande victoria hoy»



La Guerra de Flandes, también conocida como Guerra de los 80 años, vivió el momento más comprometido para los intereses hispánicos en el año 1576. Lo que había comenzado como una rebelión de carácter religioso contra Felipe II, sobre todo en la zona norte de los Países Bajos –las provincias Zelanda y Holanda–, evolucionó en una desobediencia general tras la repentina muerte del gobernador Luis de Requesens y el motín de las tropas en 1576. A la llegada del nuevo gobernador designado por el Rey, Don Juan de Austria, la posición española era crítica, casi irreversible. Un día después de que el hermanastro del Rey pusiera tierra en Luxemburgo, el Saqueo español de Amberes predispuso a todas las provincias en contra de «los extranjeros». La labor del héroe de Lepanto se presumía hercúlea y, aunque el Monarca no estaba todavía dispuesto a aceptarlo, iba a requerir hasta el último hombre de los temidos tercios.
Para recuperar la fidelidad de los nobles moderados y bajo las instrucciones del Rey, Don Juan de Austria retiró a los tercios españoles del país en abril de 1577. Pagó los atrasos a los soldados con el dinero que el Papa Gregorio XIII le había entregado tras la batalla de Lepanto y pidiendo varios préstamos personales. Además, firmó el Edicto Perpetuo, un documento que eliminaba la Inquisición y reconocía las libertades flamencas a cambio del reconocimiento de la soberanía de la Corona española y la restauración de la fe católica en el país. Pero lejos de respetar lo firmado, Guillermo de Orange insistió en su rebelión y buscó la forma de eliminar a Don Juan de Austria, cuya estrategia de pacificación amenazaba con echar al traste sus planes.
 
 
 
Don Juan de Austria
 
 
Con solo una veintena de soldados bajo su cargo y reducido a ser un títere político, Don Juan de Austria abandonó Bruselas apresuradamente y se refugió por sorpresa, abusando de la invitación de su castellano, en la fortaleza de Namur (hoy en la región belga de Valonia), desde donde pidió sin éxito ayuda a Felipe II. «Los españoles están marchándose y se llevan mi alma consigo, pues preferiría estar encantado de que esto no suceda. Ellos (la nobleza local) me tienen y me consideran una persona colérica y yo los aborrezco y los tengo por bravísimos bribones», escribió Don Juan de Austria a su amigo Rodrigo de Mendoza sobre la situación desesperada que estaba viviendo. Después de suplicar por el envío de tropas, el Rey autorizó el regreso de los tercios españoles a finales de 1577.
El hijo bastardo de Carlos I de España celebró el regreso de los tercios con gruesas palabras: «A los magníficos Señores, amados y amigos míos, los capitanes de la mi infantería que salió de los Estados de Flandes. [...] A todos ruego vengáis con la menor ropa y bagaje que pudiéredes, que llegados acá no os faltará de vuestros enemigos».

Alejandro Farnesio –sobrino de Don Juan de Austria pero de la misma edad y también combatiente en Lepanto– guió un ejército de 6.000 soldados de élite en dirección a Flandes. Para alcanzar su objetivo, los tercios recorrieron el conocido como Camino español, un logro logístico que abría un corredor de Milán hasta Bruselas, en poco más de un mes. No obstante, la celeridad y fervor desplegado para acudir en ayuda de Don Juan de Austria, una figura muy apreciada por los soldados, quedó empañada por la muerte de un monumento del ejército español: el maestre de campo Julián Romero, que falleció en las vísperas de la campaña. Cerca de la ciudad de Cremona cayó fulminado de repente. Tenía cincuenta y nueve años –llevaba combatiendo desde los 16 años– y le faltaba un brazo, un ojo y una pierna.

En Namur comienza la reconquista de Flandes

A principios de 1578, el año de la venganza española por las afrentas contra el gobernador de Flandes, Don Juan de Austria se trasladó de Namur a Luxemburgo, donde los tercios españoles se congregaban junto a tropas locales y mercenarios extranjeros. En total, las fuerzas hispánicas sumaban 17.000 hombres, lo cual inspiró cierto temor en los rebeldes, que comenzaron a pedir ayuda a Francia, Inglaterra, Alemania y a cualquier país que quisiera «quemar las barbas del Rey español». Pero era tarde, la maquinaria de los tercios ya estaba en marcha.
 
 
Un ejército reclutado a toda prisa por los Estados Generales de los Países Bajos se amparó en su superioridad numérica, 25.000 hombres, para dirigirse a Namur, donde Don Juan de Austria había regresado acompañado por los 17.000 soldados. Guillermo de Orange, que mantenía el control político de prácticamente la totalidad de los Países Bajos –incluidas las provincias católicas–, consideraba que la mejor oportunidad para atacar a los españoles era ahora, después de una larga travesía y un periodo de inactividad. No en vano, quizá calculando sobre el terreno que el número daba igual frente a la calidad de las tropas allí congregadas por los españoles, los rebeldes decidieron finalmente retroceder en dirección a Gembloux. Allí tuvo lugar la batalla, un 31 de enero de 1578. No sin antes, en la noche previa al combate, añadir Don Juan de Austria al estandarte real que portó en la batalla de Lepanto la frase: «Con esta señal vencí a los turcos, con esta venceré a los herejes». La confianza del español en la capacidad de sus tropas rozaba la arrogancia.
 
 
La confrontación comenzó con una escaramuza encabezada por Octavio Gonzaga, otro de los hombres de confianza de Don Juan de Austria, a la cabeza de 2.000 soldados con el fin de entretener al grueso del ejército enemigo. Con tan mala suerte para los rebeldes que, yendo más lejos de sus instrucciones, las tropas de Gonzaga empezaron a hacer retroceder la línea enemiga. Temiéndose que el enemigo se abalanzara de golpe como respuesta, Don Juan de Austria ordenó a un capitán llamado Perote, cuya compañía se situaba en la vanguardia y seguía avanzando, que retrocediera. Indignado, pues pensó que le trataban por un cobarde, Perote contestó de malas maneras, sin retroceder un palmo, «que él nunca había vuelto las espaldas al enemigo, y aunque quisiera no podía».
Al contrario, el ejército rebelde no solo no contraatacó sino que fue retrocediendo aún más hasta quedar encajonado en lo bajo y angosto de un paso en pendiente. Una vez más, la baja disciplina de las tropas rebeldes, reclutadas a toda prisa con el oro como única razón de ser, cedía frente al oficio de los tercios españoles. Y viendo que la victoria estaba al alcance de la mano, Alejandro Farnesio –al que Don Juan de Austria había pedido que no se alejara de su lado– le arrebató a un paje de lanza la que llevaba y montó en el primer caballo que encontró libre para dirigir en persona una carga de caballería. «Id a Juan de Austria y decidle que Alejandro, acordándose del antiguo romano, se arroja en un hoyo para sacar de él, con el favor de Dios y con la fortuna de la Casa de Austria, una cierta y grande victoria hoy», afirmó Farnesio según citan las crónicas de Faminiano Estrada. El ataque del sobrino de Felipe II, Duque de Parma, fue secundado por algunos de los más importantes hombres del ejército: Bernardino de Mendoza –que sería nombrado posteriormente embajador en Inglaterra–, Juan Bautista de Monte, Enrique Vienni, Fernando de Toledo –el hijo ilegitimo de el Gran Duque de Alba–, Martinengo, y Cristóbal de Mondragón, entre otros.

Una victoria de la caballería: 10.000 bajas

Las repetidas cargas seleccionadas quirúrgicamente por Alejandro Farnesio pusieron en fuga a la caballería rebelde, superior en efectivos pero no en experiencia. En su desordenada huida, la caballería se estrelló con la infantería que permanecía encajonada a su espalda, de manera que «en parte la estropearon, y del todo la desampararon». Junto a la infantería española que fue en su apoyo, sobre todo los hombres de Gonzaga, la caballería arrebató al enemigo 34 banderas, la artillería y todo el bagaje. En su desesperada fuga, unos en dirección a Bruselas y otros hacia la fortificación de Gembloux, se produjeron la mayoría de las bajas enemigas: más de 10.000 entre muertos y capturados. Como demostración de la enorme distancia que separaba a ambos ejércitos, la mejor infantería de su tiempo, la española, solo contó una veintena de bajas en aquella jornada.
 
 
 
ferrer dalmau
Detalle del cuadro «El Camino español»
 
 
Al finalizar la batalla, Don Juan de Austria reprochó a Alejandro Farnesio que había arriesgado su vida «como si fuera un soldado y no un general». El Rayo de la Guerra replicó a su tío que «él había pensado que no podía llenar el cargo de capitán quien valerosamente no hubiera hecho primero el oficio de soldado». Un incidente que, sin embargo, no afectó a la amistad entre ambos familiares, quienes enviaron a Felipe II dos cartas por separado atribuyéndole enteramente la victoria el uno al otro.
 
 
La batalla de Gembloux sorprendió a Guillermo de Orange y al resto de cabecillas de la rebelión festejando en Bruselas que el poder del Imperio español había quedado reducido a controlar Luxemburgo y la ciudad de Namur. No imaginaban que su ejército pudiera mostrarse tan frágil frente a los españoles. Cuando llegaron los rumores de lo que había ocurrido, abandonaron Bruselas y se refugiaron en Amberes sin esperar a que se confirmara la derrota. Don Juan de Austria continuó hasta su extraña y fatídica muerte en octubre de ese mismo año con la ofensiva, avanzando de victoria en victoria por la provincia de Brabante, y posteriormente cedió el testigo a Alejandro Farnesio, que valiéndose de una mezcla de fuerza y dialogo fue el general español que más cerca tuvo la victoria final. Solo Felipe II y su mesiánico empeño por inmiscuirse en todos los frentes posibles (Flandes, Portugal, Inglaterra, Francia…) pudieron diluir la obra que Farnesio inició en Gembloux.

La verdadera historia de “El Zorro”

FUENTE : http://www.historiadeiberiavieja.com/secciones/personajes/verdadera-historia-zorro


Fue corsario, capitán de los tercios y espía del Conde-Duque de Olivares. Sus sueños de grandeza y libertad le llevaron a tramar un plan de rebelión contra la corona española que muchos han interpretado como el primer intento de independencia de México. Su nombre es William Lamport. Dio origen a un héroe de leyenda: El Zorro. Esta es su verdadera historia. Javier García Blanco.




Madrugada del 25 de diciembre de 1650. Mientras parte de la población de Ciudad de México celebra la Nochebuena y el resto duerme apaciblemente, un misterioso personaje de aspecto famélico y sucios ropajes deambula sigilosamente por las calles del centro de la ciudad. El hombre se vuelve a menudo para comprobar que nadie le sigue y, cuando se cree fuera de peligro, pega algunos pasquines cubiertos de letra apretada en los muros de varios edificios, incluyendo la catedral. Desde allí se dirige al palacio del virrey y, tras toparse con un guardia, consigue convencerle de que es un emisario llegado de La Habana con una importante documentación que don Luis Enríquez de Guzmán, conde de Alva de Aliste y virrey de Nueva España, debe leer con urgencia. Cuando el guardia regresa del interior del palacio tras poner a buen recaudo aquellos documentos, el misterioso personaje ha desaparecido sin dejar rastro. Y motivos no le faltan: el enigmático caballero, de unos cuarenta años y aspecto extranjero, no es otro que William Lamport –o don Guillén Lombardo de Guzmán, como se le conoce desde hace años–, un irlandés que apenas unas horas antes ha escapado de la cárcel secreta de la Inquisición en la capital de la Nueva España.
La increíble fuga de William Lamport había puesto fin a ocho años de prisión en las temibles cárceles de la Inquisición, pero no duró mucho. Los pasquines que con tanto ahínco se había apresurado a colgar, y los documentos que entregó al virrey de la Nueva España llevaban por título Pregón de los justos juicios de Dios, que castigue a quien lo quitare, un texto audaz en el que Lamport no dudaba en acusar de corrupción y abuso de poder al Santo Oficio mexicano, volcado en el apresamiento de ciudadanos ricos –en especial portugueses conversos–, a los que sustraía todas sus riquezas y posesiones para beneficio propio, sin pagar los impuestos que le correspondían a la Corona española.
 
La Inquisición no tardó en difundir la noticia de la fuga en todas las parroquias de Ciudad de México
El desafío que suponía escapar de una cárcel secreta de la Inquisición –hazaña difícil de imaginar– habría sido motivo suficiente para poner en marcha una implacable “caza del hombre” contra él, pero si a eso le sumamos las actividades subversivas que acusaban directamente al Santo Oficio, no es de extrañar que la huida de Lamport durase apenas un día. La Inquisición no tardó en difundir la noticia de la fuga en todas las parroquias de Ciudad de México, y los sacerdotes de dichas iglesias anunciaron en sus sermones severos castigos para quien diera cobijo al fugitivo. Así, en apenas unas horas, el irlandés conocido como don Guillén Lombardo fue apresado mientras intentaba escapar con rumbo a Yanga, una población del estado de Veracruz en la que vivía fuera de la ley una comunidad de negros cimarrones escapados de sus amos. Tras la captura fue devuelvo a la prisión inquisitorial, de donde sólo saldría de nuevo años después para ser quemado en una hoguera durante la celebración de un siniestro Auto de Fe. Pero, ¿quién era este misterioso personaje y qué terribles crímenes había cometido para merecer tan severo castigo?
 
REVOLUCIONARIO DE NACIMIENTO
Lo cierto es que resulta muy complicado trazar una biografía certera de William Lamport, alias don Guillén Lombardo de Guzmán, pues casi todo lo que sabemos acerca de él procede de sus declaraciones al Santo Oficio a raíz de su proceso inquisitorial. Declaraciones que, no hay que olvidar, a menudo fueron obtenidas por medio de la tortura y la coacción, y que en otros casos destilan un más que evidente afán de protagonismo y una imaginación desbordante. Hay, sin embargo, algunos detalles que parecen seguros, pues fueron corroborados por el testimonio de otros testigos, entre otros su hermano John, fraile franciscano que también había emigrado a Nueva España.
Sabemos, por ejemplo –pues así lo detallan los propios inquisidores en los documentos del proceso–, que William Lamport era “hombre de mediana estatura, rubio de barba y cabello tirante a castaño, enjuto de carnes, quebrado de color y de ojos muy vivos”. Una descripción que algunos han querido identificar con los rasgos de un anónimo joven capitán retratado por el mismísimo Rubens en la década de los años 30 del siglo XVII, pintura que hoy se conserva en el Timken Museum de San Diego, en California. Pero más allá de su aspecto físico –y de su notable inteligencia, de la que también dan buena cuenta los inquisidores–, parece seguro que William Lamport nació en la localidad irlandesa de Wexford en torno a 1611. 
 
El barco que transportaba a William a suelo francés fue capturado por un navío de bandera corsaria
 
DE CORSARIO A CAPITÁN 
En un giro del destino que cambiaría para siempre su vida, el barco que transportaba a William a suelo francés fue capturado por un navío de bandera corsaria. El joven irlandés fue hecho prisionero, pero consiguió ganarse la confianza de sus captores y acabó convirtiéndose en un pirata más, surcando las frías aguas del Canal de la Mancha y del golfo de Vizcaya. Durante meses, Lamport compartió aventuras y peligros, e incluso tuvo ocasión de demostrar su valentía participando como mercenario de los franceses en el célebre asedio a La Rochelle contra los hugonotes.
 
Aquellas virtudes no pasaron desapercibidas para el todopoderoso Conde-Duque de Olivares, quien no dudó en favorecerle aupando su ingreso en el Colegio de San Lorenzo del Escorial
Aquella vida en alta mar, sin embargo, no duró mucho tiempo. Tras unos meses de vida corsaria, Lamport decidió abandonar a sus compañeros de armas y desembarcó en Burdeos, iniciando un nuevo viaje que le llevaría hasta A Coruña, donde se había establecido una importante comunidad de irlandeses exiliados como consecuencia de su enfrentamiento a la monarquía inglesa (Historia de Iberia Vieja, 108). En tierras gallegas el joven Lamport cambió su nombre por el de Guillén Lombardo y entabló relación con el marqués de Mancera, Antonio de Toledo y Salazar, entonces gobernador de Galicia. Gracias a aquella amistad consiguió una beca para estudiar en la escuela de exiliados irlandeses en Santiago de Compostela, el llamado Colegio de los Niños Nobles. De allí pasó al Colegio de los Irlandeses en Salamanca, y para entonces, a comienzos de la década de 1630, el joven gaélico se había ganado ya una fama como hombre de vasta cultura y numerosas cualidades. Aquellas virtudes no pasaron desapercibidas para el todopoderoso Conde-Duque de Olivares, quien no dudó en favorecerle aupando su ingreso en el Colegio de San Lorenzo del Escorial, reservado a la élite que formaría parte de la corte de Felipe IV. 
Completada su formación, don Guillén Lombardo siguió el paso de otros muchos compatriotas irlandeses, integrándose en uno de los tres regimientos gaélicos que formaban parte de los Tercios españoles. En esta nueva etapa como militar, durante la cual alcanzó el grado de capitán, Lombardo se destacó en batallas como la de Nördlingen (1634), o el asedio a Fuenterrabía (1638). En aquellos años, el joven irlandés entabló contacto en Amberes con el consejero del rey en asuntos militares, el jesuita y matemático Jean-Charles della Faille, y parece que fue entonces cuando el célebre pintor Anton van Dyck –o quizá alguno de sus discípulos–, realizó un grabado en el que Lombardo aparece representado, entregando un largo manuscrito a Della Faille. Este dibujo, hoy conservado en un museo de Budapest, es la única imagen que se conserva del misterioso gaélico, junto con el retrato –dudoso para muchos historiadores– que realizó Rubens, y que supuestamente le representa.
 
Aquel episodio supuso un escándalo, pues al parecer Guillén Lombardo no quiso contraer matrimonio
Tras batallar junto a sus hermanos irlandeses defendiendo los intereses de la corona española, Guillén de Lampart regresó a España, en este caso a la corte de Madrid. Allí, según declaró a los inquisidores mexicanos durante su captura, continuó su servicio bajo las órdenes de Olivares, para quien realizó labores diplomáticas y de espionaje. En 1639 la villa y corte recibió la llegada de otro irlandés, mercenario y rebelde, llamado Gilbert Nugent –conocido en nuestro país con el llamativo nombre de don Fulgencio Nugencio–, con quien Guillén Lombardo tenía lazos lejanos de parentesco. Nugent –o Nugencio– había llegado a España con una misión secreta: conseguir el apoyo de la corona española para lanzar una ofensiva que expulsara a los ingleses de Irlanda.
 
¿MISIÓN SECRETA EN NUEVA ESPAÑA?
Poco antes de la visita de Nugent a España, nuestro protagonista había iniciado una relación romántica con la noble doña Ana de Cano y Leyva, con quien tuvo una hija pese a no estar casados. Aquel episodio supuso un escándalo, pues al parecer Guillén Lombardo no quiso contraer matrimonio, lo que le valió numerosos reproches en el círculo cortesano y especialmente entre sus compatriotas irlandeses.
Algunos autores han sugerido que fue este incidente el que motivó su traslado a Nueva España, aunque hay evidencias para sospechar que en realidad don Guillén Lombardo y Guzmán viajó a tierras mexicanas para cumplir una nueva misión de su patrón, el Conde-Duque de Olivares. En su declaración ante el tribunal de la Inquisición de Ciudad de México, Guillén Lombardo aseguró haber llegado a Nueva España en la flota comandada por don Roque Centeno y Ordóñez, en un barco capitaneado por el capitán don Tomás Manito. En aquella misma flota, partida de Cádiz el 21 de abril de 1640, viajaban también el nuevo virrey de Nueva España, don Diego López Pacheco y Bobadilla, marqués de Villena, y el recién nombrado obispo de Puebla, Juan de Palafox y Mendoza. Según su testimonio a los inquisidores, Lombardo había recibido de Olivares la misión de espiar la situación sociopolítica en Nueva España, donde en los últimos años se habían producido algunos conatos de revuelta y levantamiento entre los criollos, cansados de los impuestos abusivos.
Así, Lombardo se infiltró en las clases altas criollas gracias a su estrecho contacto con el Escribano Mayor de Nueva España, don Fernando Carrillo, a cuyo hijo daba clases como tutor para no levantar sospechas. En aquel escenario se produjo un suceso que vino a cambiar inesperadamente el panorama de poder del territorio. En 1640 se había producido en Portugal la insurrección que llevó al trono al Duque de Braganza, que casualmente era familiar del marqués de Villena, el entonces virrey de Nueva España. Aquel suceso despertó suspicacias en la corte, y Olivares ordenó el arresto del marqués y su sustitución por el obispo de Puebla, Juan de Palafox. Guillén Lombardo habría participado activamente en aquel complejo episodio, tras el cual intento –sin éxito–, hacerse con un cargo de importancia en el nuevo régimen del obispo y ahora virrey. Un fracaso que sembró en su interior la semilla del desencanto…
 
En aquellas “sesiones” consumiendo la planta psicógena, don Ignacio aseguró haber tenido visiones proféticas, en las que veía a William como líder de una rebelión
 
PLANES DE SEDICIÓN
Para entonces, en verano de 1642, Guillén Lombardo llevaba ya dos años conviviendo día a día con la realidad social de Nueva España. Pese a su misión y su juramento de fidelidad a la corona española, Lombardo no podía evitar cierta simpatía hacia los criollos más descontentos, ni tampoco hacía los desfavorecidos indígenas o los esclavos negros, de origen africano. En cierta medida, seguramente aquel clima de opresión le recordaba al escenario de su Irlanda natal, en el que los ingleses habían sometido a sus compatriotas.
Así las cosas, en aquellos meses Guillén conoció a un indígena llamado don Ignacio, que había acudido a casa de don Fernando Carrillo en busca de consejo legal. El irlandés y el indígena pronto entablaron amistad, y además de compartir animadas charlas sobre la lamentable situación de los trabajadores indígenas, Guillén e Ignacio compartieron ratos de esparcimiento peyote. En aquellas “sesiones” consumiendo la planta psicógena, don Ignacio aseguró haber tenido visiones proféticas, en las que veía a William como líder de una rebelión que liberaría a Nueva España de la tiranía de la metrópoli. No sabemos si Guillén Lombardo creyó las visiones alucinógenas de su nuevo amigo, o si fue únicamente fruto de su descontento, pero lo cierto es que poco después el irlandés había dado forma a un plan “libertador” destinado a convertir a Nueva España en un nuevo estado soberano.
Poco a poco, Lombardo fue poniendo por escrito parte de sus planes, que incluían hacerse pasar por hijo ilegítimo de Felipe III –y por tanto hermanastro del entonces rey, Felipe IV– para reclamar su derecho a gobernar el virreinato, así como la creación de una milicia formada por indígenas, esclavos de origen africano y criollos descontentos con la Corona. Lideradas por él, aquellas tierras prosperarían hasta superar a cualquier otra nación del momento. Por desgracia para Lombardo y sus aspiraciones, aquellos planes llegaron a oídos inadecuados. En octubre de ese mismo año de 1642, el capitán español Felipe Méndez Ortiz lo delató a la Inquisición. El delito de sedición debía ser juzgado por las autoridades civiles, pero como el discurso subversivo de Lombardo incluía referencias a supuestas visiones sobrenaturales y consumo de alucinógenos, fue el Santo Oficio el que se encargó del caso.
Así, el 26 de octubre de 1642 don Guillén Lombardo y Guzmán, o Willam Lamport, fue encarcelado en una prisión de la Santa Inquisición en Ciudad de México. Allí permanecería encerrado los siguientes 17 años de su vida, con excepción de la breve fuga que protagonizó en la Nochebuena de 1650. El Santo Oficio le había condenado a diez años de prisión, durante los cuales Lombardo fue interrogado en numerosas ocasiones, dando testimonio de su vida y andanzas. Nada pudo hacer para escapar a su confinamiento. Su antiguo valedor y patrón, el Conde-Duque de Olivares, vivía para entonces sus peores momentos después de la insurrección de Portugal y las derrotas en Cataluña, lo que llevó a su destierro en 1643. Nadie iba a acudir en su auxilio.
 
Tras su fuga de la cárcel inquisitorial en diciembre de 1650 y la consiguiente denuncia contra el Santo Oficio difundida mediante panfletos, su destino quedó sellado para siempre
En los años de encierro –durante los cuales llegó a testificar contra él su propio hermano John, entonces fraile franciscano en Nueva España–, Lombardo se dedicó a escribir con fruición, tanto textos que denunciaban los excesos y desmanes de la Inquisición (panfletos que difundiría durante su breve huida de 1650) como obras literarias poéticas, entre las que destacan cerca de 900 salmos latinos de gran calidad.
 
CONDENA A MUERTE
Tras su fuga de la cárcel inquisitorial en diciembre de 1650 y la consiguiente denuncia contra el Santo Oficio difundida mediante panfletos, su destino quedó sellado para siempre. La Inquisición utilizó aquellos escritos en su contra, y terminó por condenarle a muerte en la hoguera en un Auto de Fe que tuvo lugar en Ciudad de México el 19 de noviembre de 1659. Cuenta la leyenda que antes de que el verdugo pudiera encender la pira que debía acabar con su vida, Guillén Lombardo logró ahorcarse a sí mismo con la cadena que lo mantenía preso. Les privaba así a los inquisidores del placer de haber acabado con su vida devorado por las llamas.
Los planes de rebelión de William Lamport y su muerte en la hoguera tuvieron cierta repercusión en los años posteriores, en especial entre la comunidad de irlandeses emigrados a Nueva España. Sin embargo, su fama se fue apagando poco a poco, hasta que en el siglo XIX un historiador mexicano, Vicente Riva Palacio, escribió una novela inspirada en su vida: Memorias de un impostor. Don Guillén de Lamport. 
Aquel texto terminó por inspirar a otro escritor, el novelista Johnston McCulley, que en 1919 publicó La maldición de Capistrano, cuyo protagonista es hoy conocido en el mundo entero: el Zorro, un noble criollo llamado don Diego de la Vega, dedicado a luchar contra las injusticias cometidas por las autoridades españolas. Desde entonces, Guillén Lombardo, o William Lamport, fue conocido con el apelativo de “el Zorro irlandés”. Hoy, una estatua en su honor recibe a los visitantes del mausoleo ubicado en el interior de la columna de la Independencia, en el Paseo de la Reforma de México D.F. Para muchos, Lamport fue, casi dos siglos antes que Miguel Hidalgo, el primer mártir de la independencia mexicana.